16 de junio de 2016

El mal no siempre es la causa del mal






Un artículo muy interesante en la revista Letras Libres titulado «¿Por qué hay tantos traidores en la izquierda?» advierte, acertadamente a mi entender, sobre esa cuestionable tendencia a creer que si otros hacen algo malo entonces automáticamente lo hacen por maldad o son malas personas.

A menudo se presupone que si alguien hace algo malo entonces tiene que ser motivado por maldad, por mala intención, y no por equivocación o por simple prejuicio. Sin embargo, la mayoría de males se cometen creyendo que uno hace lo que está bien o ignorando que haya algo malo en ello.

Debemos contemplar la posibilidad de que cometemos un error cuando juzgamos automáticamente una conducta errónea como sinónimo de maldad. La maldad significa que alguien hace algo malo siendo consciente de que eso que hace es un mal y decide realizarlo voluntariamente. 

En esta línea, el denominado principio de Hanlon señala que no se debería atribuir maldad cuando un suceso puede ser mejor explicado apelando a la estupidez. En este caso, ya se acepta que quizás no seamos malvados sino que quizás hacemos el mal porque somos tontos.

Y planteo yo, ¿por qué necesariamente apelar a la estupidez si pudieran darse otras causas?

Las malas conductas no sólo pueden ser consecuencia de maldad o de la estupidez, sino que también pueden ser el simple fruto del error de una persona que no es mala ni tiene un problema de inteligencia.

Entendemos que un acto es un mal porque causa un daño injustificado y es algo que no deberíamos hacer. Pero el mal no implica necesariamente maldad. Podemos cometer actos que son malos sin que seamos conscientes de que lo son.

Cuando cometemos un error al sumar números decimos que hemos hecho algo que está mal, pero no queremos decir que lo hayamos cometido de forma deliberada con la intención de hacer algo que sabemos que está mal y que deseemos causar un daño.

El mal puede ser causado por un error de cálculo, o por un error de conocimiento, o a causa de un engaño, o por un error debido a la educación o el contexto social en el que hemos vivido.

Por tanto, que alguien cometa un mal no implica necesariamente que sea malvado.

Se pueden cometer males debido a la estupidez, es decir, a la falta de inteligencia para darnos cuenta del daño que cometemos. Sin embargo, todos hacemos estupideces en alguna ocasión y no por eso nos consideramos estúpidos; así que quizás atribuir estupidez sea a menudo un juicio tan erróneo como atribuir maldad.

Alguien puede hacer el mal debido tal vez a que está equivocado o a que ignora que lo que hace está mal; por haber sido engañado o adoctrinado, o por un estar en posesión de información errónea.

Si en lugar de juzgar a una persona intentáramos comprender las verdaderas causas que motivan su conducta, no sólo rebajaríamos el odio y la hostilidad contra otras personas sino que quizás podríamos resolver el mal de forma más efectiva.

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