26 de agosto de 2018

La verdad y la objetividad de las normas morales



Existe la extendida creencia de que la moral es real —por ejemplo, que ciertos valores morales son verdaderos— solamente si existiera un dios. Estoy sorprendido de que alguien pueda realmente creer esto. Por eso considero que debo exponer ciertos argumentos, que son en realidad bastante antiguos ya, acerca de este trascendental asunto. No me atribuyo ninguno de los argumentos que voy a presentar. En particular, me baso principalmente en mis lecturas de la obra de pensadores que se plantearon esta cuestión, entre ellos, Platón, Guillermo de Ockham, Jean Meslier y Bernard Williams.

Se dice que los requerimientos morales, expresados en la forma de "estás obligado a X" o "la moral exige que X" solamente serían verdaderos si hay un dios que fundamentara esas obligaciones morales. Tal y como Platón expuso en su diálogo Eutifrón, parece muy dudoso que un dios pudiera tener tal función.

Supongamos que un dios nos mandara X —por ejemplo: no matar. Nosotros podríamos preguntar por qué el dios nos manda X, y que función cumple el mandato divino respecto de nuestro obligación de X.

Dos opciones se nos presentan como respuestas. O el dios nos ha ordenado X porque seguir X es obligatorio de acuerdo a fundamentos objetivos, o seguir X es obligatorio porque el dios nos ha ordenado X.

La primera opción hace al dios superfluo. Si nuestra obligación hacia X está basada en fundamentos objetivos, entonces el dios no está jugando ningún papel respecto de nuestra obligación y de la verdad/objetividad de la obligación moral en cuestión.

La segunda opción convierte el fundamento de la moral en algo arbitrario. Si estamos obligados a X simplemente porque el dios lo ordena, y no hay una explicación independiente de por qué debemos X, entonces la moral pierde toda su fuerza. ¿Cómo puede ser que estemos obligados a hacer algo simplemente porque un ser nos lo ha dicho sin ninguna razón. Recordemos: si nos ha ordenado X por una razón, por ejemplo, que X es objetivamente correcto y debido, entonces el dios resulta superfluo.

La mayoría de la gente que quiere creer que un dios fundamenta los valores morales comprende que la primera opción socava inmediatamente su postura. Por tanto, cuando se presenta este problema intentan alegar la segunda opción, argumentando el por qué si dios exige X eso nos obliga a X, a pesar del hecho de que su demanda es arbitraria.

Por ejemplo, ellos dicen que tenemos un incentivo para cumplir X, porque si no lo hacemos —si desobedecemos sus órdenes— entonces seremos castigados por el dios. Pero esta es una idea completamente absurda. Si la razón última de mi obligación respecto de X —por ejemplo, mi obligación de no torturar o mi obligación de no secuestrar, y otras— es que si incumplo X esto implica que seré castigado, entonces no estamos hablando de una obligación moral.

Esto nos deja sin ninguna explicación de por qué estaría mal desobedecer las obligaciones morales; de ese modo, actuar inmoralmente resulta simplemente imprudente desde una perspectiva puramente egoísta. Y explicar esto con el argumento del castigo divino es enteramente arbitrario, porque su mandato ya era arbitrario en primer lugar. Este dios es un matón abusador que nos castiga sin ninguna razón, literalmente.

En un intento de solventar este problema, algunos aducen que es cierto que la exigencia del dios es lo que nos obliga a X, pero dicen que el dios es un ser bondadoso que nos impone mandatos porque nos ama. Pero esto, por sí mismo, no nos explica tampoco nada. Porque si eso quiere decir que el dios en cuestión nos ordena X porque hacer X es bueno para nosotros, por el bien de la humanidad, o de quien sea, entonces esto resulta un versión modificada de la primera opción. Y recordemos que la primera opción presenta al dios como superfluo. Si hacer X es algo que yo debo hacer independientemente del mandato del dios, entonces el dios no cumple ninguna función respecto de la obligación moral.

Por otro lado, si no hay ningún sentido en que yo deba hacer X independientemente del mandato del bondadoso dios, entonces no está claro por qué el mandarme X tiene algo que ver con su amor por mí. En otras palabras: si no hay ninguna razón objetiva para mí de hacer X, entonces ¿por qué alguien que me ama me exige X?

Esta conclusión nos retrotrae al primer punto planteado. El resultado es que no hay ningún papel que un dios pudiera cumplir respecto de las obligaciones morales, y del fundamento de la verdad y objetividad de los valores morales. Si un dios nos ordenara actuar según una regla que nosotros mismos podríamos comprender de manera autónoma entonces su presencia es superflua. Y si un dios nos ordenara actuar según una reglas que no tuvieran sentido lógico entonces dichas reglas serían totalmente arbitrarias.

No solamente no se necesita de un dios para fundamentar la moral sino que no hay siquiera ninguna posibilidad lógica de que un dios pudiera fundamentar la moral.

Asimismo, rechazar la noción de divinidad no implica refutar la objetividad. Las matemáticas y la lógica demuestran que existen ámbitos de conocimiento objetivo. Es precisamente en la lógica —base necesaria de la realidad y de todo conocimiento— de donde obtenemos el fundamento objetivo de la moral.

2 de marzo de 2018

Una aclaración sobre la ideología



Considero errada la creencia que dice que debemos dejar a un lado la "ideología" y basar nuestras decisiones solamente en la ciencia. Afirmar esto me parece erróneo porque la ciencia en ningún caso prescribe valores ni dice que debamos hacer tal cosa en lugar de otra. La ciencia en el mejor de los casos se limita extensivamente a describir —la ciencia describe entidades y hechos concatenados— pero de ningún modo la ciencia puede establecer un criterio moral para diferenciar entre lo que está bien y lo que está mal. La ciencia no puede juzgar nada, y, por tanto, no puede juzgar, por ejemplo que la violencia sea incorrecta; sólo puede describir aquellos hechos concatenados que nosotros denominamos violencia. Contraponer el "enfoque científico" al "enfoque ideológico" como paradigmas enfrentados se trata de una dicotomía falaz, pues la ciencia no puede existir sin articularse mediante un previo aparato conceptual, el cual puede calificarse perfectamente como una ideología o sistema de ideas. La ciencia es producto de una ideología específica basada en posiciones ideológica como el racionalismo, el empirismo y el materialismo.

Lo que sí podríamos decidir es pasar de una ideología irracional basada en dogmas y prejuicios a una ideología racional basada en la lógica y las evidencias empíricas; pero nunca vamos a salir de la ideología si queremos establecer juicios de valor. Ideología es sinónimo de sistema de ideas, y sin un sistema de ideas acompañado de valores no se puede juzgar, por ejemplo, que la igualdad sea preferible al sexismo. La ideología y la ciencia no se contraponen, no son antónimos, sino que pertenecen a categorías diferentes. De hecho, la ciencia misma se fundamenta originariamente en una ideología o sistema ideológico —tal y como explica Mario Bunge y otros filósofos de la ciencia— del cual se ha obtenido como producto aquello que conocemos como método científico.

Es imposible realizar juicios sobre la realidad sin atender a un sistema de ideas; a una teoría organizada. Todo el mundo tiene asumida una ideología, ya sea de forma consciente o inconsciente. Sólo ocurre que algunos creen que su ideología es un contenido "natural" que surge espontáneamente, y no se dan cuenta, o no les interesa reconocer, que su forma de pensar es también en parte el producto de una construcción cultural de la misma manera que lo es aquello que denominan "ideología". Como digo, para poder realizar valoraciones y jucios morales es necesario disponer de un aparato conceptual, por rudimentario que fuera, que nos permita deducirlos.

Así que, a mi modo de ver, nunca vamos a salir de la ideología y sólo nos queda intentar que nuestra ideología asuma una tendencia hacia la racionalidad —articulada en un sistema de pensamiento que acepta la duda y la investigación— o, de lo contrario, asumir una ideología irracionalista articulada dogmáticamente mediante un sistema cerrado de ideas. De este modo, podemos intentar que nuestra ideología tenga en cuenta los resultados de la ciencia a la hora de establecer razonamientos y conclusiones, o podemos decidir que la ciencia no tenga un papel relevante en ella. Pero si alguien cree realmente que puede abandonar la ideología para interpretar el mundo, y que sólo necesita la ciencia, entonces ya ha asumido previamente una ideología denominada cientifismo que se caracteriza por usar la ciencia para intentar hacerse prevalecer frente al resto de ideologías y establecer un sistema de valores alegando que es lo que "la naturaleza" prescribe por sí misma. Un ejemplo particular de cientifismo sería el darwinismo social. El cientifismo no es ciencia ni se fundamenta en la ciencia sino que es una posición ideológica que utiliza la ciencia fraudulentamente para intentar dotarse de credibilidad y hacer creer que no es una ideología como las otras, cuando sí lo es.

El desprecio a la ideología es paradójicamente un recurso ideológico a su vez. Lo único que no es propiamente ideológico sería de hecho la lógica, que existe de forma autonóma e independiente, así como las percepciones empíricas de nuestros sentidos, que incluirían también lo que conocemos como instintos y emociones. Sólo la lógica pura y la sensación no entrarían dentro de la esfera ideológica del pensamiento. Lo que debemos examinar pues, desde una perspectiva racional, es si la ideología que asumimos corresponde con la lógica y los datos empíricos que no dependen de ninguna evaluación subjetiva para subsistir.

Por todo ello, pienso que sí podemos construir una ideología o sistema de ideas que aspira a la racionalidad, y tiene en cuenta a la ciencia como un instrumento relevante para conocer el mundo, pero que deberíamos tener conciencia de que no podemos salir de la visión ideológica si pretendemos hacer algo más que describir meros hechos y, también, evitar caer de nuevo en alguna forma de irracionalismo cientifista que use a la ciencia como excusa para intentar imponerse.

8 de febrero de 2018

Democracia material



Como bien explicaba Antonio García-Trevijano, existen dos tipos de democracia: la democracia formal y la democracia material. Ambas clases de democracia son compatibles aunque ninguna de las dos se aplican en la actualidad, sino meros remedos que se parecen vagamente.

La democracia formal —también conocido como democracia procedimental— es lo que conocemos como el sistema de gobierno basado en que los gobernados se gobiernan a sí mismos —ya sea directamente o mediante representatividad directa. 

Por otro lado, la democracia material —a la que a menudo también se denomina democracia social o democracia sustantiva— es un sistema económico que otorga riqueza económica a cada ciudadano, por el mero hecho de serlo, al igual que la democracia formal otorga un poder político fundamental a cada individuo, por el mero hecho de serlo.

Así, la inciativa conocida como Renta Básica Universal no requiere de obligado el asumir un postulado político de izquierda, o socialista y, puede ser defendida desde una perspectiva puramente democrática, en la tradición que se remonta a Thomas Paine.

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