17 de abril de 2014

Cientificismo en versión religiosa

 



¿Se ha convertido la tecnología en el culto de una nueva religión? Todo lo que prometían las religiones —ancestrales y modernas— se convierte ahora en el objetivo de ciertos ideales que aseguran que nos conseguirán la inmortalidad, el paraíso y el poder absoluto sobre la naturaleza que las otras religiones prometen pero no cumplen. A esto lo podríamos llamar cientificismo religioso —en contraposición al cientificismo epistemológico y al cientifismo moral.

Ya no es algo raro que aparezcan en la prensa noticias en esta línea:
«El director de ingeniería de Google, Ray Kurzweil, cree que la humanidad tendrá las claves para transcender los límites de su biología tras la década del 2030, cuando los 'nanorobots' incorporados en el cuerpo humano permitirán combatir enfermedades. Ray Kurzweil cree que la humanidad está a punto de alcanzar el sueño de la inmortalidad.»
Si esta versión del cientificismo promete la inmortalidad podría ser catalogado dentro de la categoría de religión, pues entiendo que lo esencial a la religión es el concepto de sobrenatural, es decir, la noción de una realidad que contradice las leyes de la naturaleza. Este cientificismo promete que el conocimiento aplicado a la tecnología erradicará las enfermedades, la muerte y todas nuestras limitaciones físicas. Esta ideología promete nada menos que el Paraíso. Esto es la esencia de la religión: trascendencia sobre la naturaleza.

Pocas veces esta versión del cientificismo pone las cartas sobre la mesa con sinceridad. Sin embargo, podemos escuchar estas declaraciones reales del conocido físico Michio Kaku:
«Hacemos ciencia porque queremos convertirnos en los amos del espacio y el tiempo.» 



Esto puede resultar chocante para quienes entienden que ciencia y religión son ámbitos antitéticos —como es mi propio caso— pero hay que tener muy claro que estoy hablando de la ciencia en sí sino que hablo sólo del cientificismo

No hablo de la ciencia como tal sino que me refiero a determinada actitud hacia ella y su aplicación tecnológica. Hablo de científicos de renombre que prometen todo lo que promete la religión. Pero insisto de nuevo que no estoy hablando de la ciencia sino de una ideología concreta que nombro como cientificismo religioso y que consiste, básicamente, en creer que la ciencia nos permitirá lograr el poder absoluto sobre la naturaleza y trascender todos los límites materiales a los que estamos sometidos. 

Por tanto, no pretendo debatir en absoluto esa cuestión que alegan alguna acerca de que la ciencia estaría basada en la fe o en dogmas —algo con lo que no estoy de acuerdo. No se trata de una cuestión epistemológica sino más bien teológica. Esto es, algunos creen realmente que la ciencia nos puede conducir hacia un estado futuro que se define por aquello a lo que tradicionalmente llamamos Dios.

Esta peculiar concepción de la divinidad ha sido estudiada entre otros por Don Cupitt, quien señala cómo la fe en el progreso tecnológico está sustituyendo la tradicional fe en la magia y la superstición. Cupitt habla también de la idea de Dios como un ideal al que aspirar en lugar de una entidad con existencia real propia. Quien quiera conocer el pensamiento de Cuppit puede encontrar una breve entrevista en el libro "Lo que piensan los filósofos".

La idea de lograr una perfección progresiva a través del devenir del tiempo viene ya expuesta desde el historicismo de Hegel y hunde sus raíces en determinados pensadores de la Ilustración, como sería el caso de Condorcet. Aunque es obvio que ya existían precursores en la época del Renacimiento, como Pico della Mirandolla,  con su giro antropocéntrico.

En resumen: existe una visión cientifista que considera la ciencia —y su extensión en la tecnología— no es ya una simple herramienta sino un instrumento de salvación que sustituye a la religión

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