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3 de marzo de 2014

La moralidad de la prostitución



En este ensayo no pretendo juzgar la prostitución; no pretendo defenderla ni condenarla. Mi intención es sólo evaluar si los argumentos que se usan para condenarla son racionalmente justificados.

Hasta ahora no he conocido un argumento razonable que justifique éticamente la condena de la prostitución en sí misma como actividad.

En primer lugar; la prostitución no implica cosificación. Si alguien responsable accede voluntariamente a tener relaciones sexuales a cambio de una ganancia económica no se está cosificando ni lo están cosificando. De lo contrario, bajo ese criterio, cualquier intercambio sería cosificación, pero no lo es. El sexo como tal no es cosificación y el intercambio comercial tampoco lo es. El hecho de acceder a tener sexo a cambio de dinero no implica cosificación, en tanto que se trate de un intercambio que no conlleve de forma inherente ningún tipo de coacción, agresión o perjuicio psicológico ni físico.

En segundo lugar; la prostitución no implica acceder a ser tratado de cualquier forma. El ejercicio de la prostitución tiene los mismos límites que cualquier otra profesión que sea realizada con el consentimiento libre y voluntario de los implicados.


La prostitución no significa vender tu cuerpo. Esto sería esclavitud. La profesional del sexo no vende su cuerpo sino que solamente accede a tener determinadas relaciones sexuales con otra persona durante un modo y un tiempo establecido a cambio de una ganancia económica. Está estableciendo una relación comercial. Cualquier trabajo implica el empleo directo de nuestro cuerpo y sus capacidades. Ningún trabajo que depende de obtener una ganancia económica a cambio de un servicio sería pues esencialmente diferente de la prostitución consentida.


No estoy de acuerdo con ninguna clase de prostitución que sea de algún modo forzada o bajo coacción. Me parece que todos estamos claramente en contra de esto. Ese tipo específico de prostitución es inmoral y es un delito. Aquí estamos hablando de si una persona tiene derecho a trabajar prestándose voluntariamente a tener relaciones sexuales a cambio de dinero. Cuando esa actividad se hace libremente con el consentimiento informado, voluntario y explícito de los implicados, y respetando sus derechos individuales, entonces de momento no veo un argumento razonable que justifique reprimir la actividad de la prostitución.


Es incoherente afirmar que una mujer tiene derecho a decidir sobre su propio cuerpo y luego reprimir el derecho a usarlo libremente en su propio beneficio. No veo diferencia entre esa postura y la de quienes tratan a las mujeres como objetos. Ambos se creen con derecho a considerarlas como idiotas que no pueden tomar decisiones sensatas por sí mismas.

La prostitución es un trabajo. El solo hecho de que haya personas que se dediquen a ella por necesidad no le quita ninguna legitimidad moral. Todos trabajamos por necesidad. Lo hacemos porque es necesario para poder vivir. Quien no trabaje por sí mismo tendrá a otros que trabajen por él, para él. Si bien, el hecho de que algo se haga por necesidad no lo justifica automáticamente como argumento moral pero tampoco le quita legitimidad alguna.


Además, el hecho en efecto de que haya muchas personas que sean coaccionadas u obligadas a prostituirse no es un argumento contra la prostitución en sí misma. Del mismo modo que el hecho de que haya personas que hayan sido obligadas a trabajar en el campo no convierte en inmoral la agricultura. Parece que las críticas contra la prostitución no saben diferenciar entre el qué es algo y el cómo se lleva a cabo ese algo. Aquí tratamos la prostitución como tal en sí misma, y no de determinadas formas en que ésta se lleva a cabo. Para poder discutir con un mínimo de racionalidad sobre este tema, tendremos primero que diferenciar entre el qué y el cómo, y no confundir ambas categorías.

Sigo sin ver un argumento que explique por qué la prostitución sería inmoral. Quienes condenan la prostitución se basan en dos enfoques habituales, que me parecen igualmente erróneos:


[1] Hablar de las condiciones materiales en que se lleva a cabo. Es decir, hablan del cómo se ejerce la prostitución en muchos casos, pero nunca hablan una sola palabra de la prostitución en sí misma. Aunque es cierto que gran parte de la prostitución se lleva a cabo en condiciones de abuso. Pero eso no argumenta nada moralmente en su contra. Muchos seres humanos que trabajan en el campo o en las fábricas o en las oficinas están sometidos a condiciones de abuso e incluso violaciones de derechos fundamentales. Pero ese factor se refiere al cómo llevan a cabo su trabajo y no al trabajo mismo como tal.


[2] Afirmar que la prostitución es cosificación y, por tanto, está mal porque cosificar a personas está mal. Ahora bien, no es cierto que la prostitución implique o equivalga a cosificación. El mero hecho de que la prostitución conlleve el empleo del cuerpo, o de los genitales, no equivale a cosificación. ¿Acaso cuando un masajista o un fisioterapeuta está ejerciendo su profesión libremente se están cosificando? Ellos trabajan empleando su cuerpo —parte de su cuerpo— sobre el cuerpo de otras personas. Pero ellos no venden su cuerpo ni sus clientes los tratan como objetos. Tampoco los profesionales del sexo venden su cuerpo, ni tener relaciones con ellos significa tratarlas como objetos. Tratar a alguien como un objeto supone vulnerar su voluntad y sus intereses básicos. La prostitución no implica nada de esto. 
No puede haber cosificación cuando hay relaciones libres y voluntarias entre personas responsables que establecen acuerdos consentidos para su mutuo beneficio. Ese tipo de relación es justamente lo contrario de la cosificación. Es respetar al otro individuo como una persona; respetar su voluntad y sus intereses propios.

El problema de fondo a la hora de evaluar este asunto reside a menudo en que mucha gente confunde sus gustos personales con los valores morales. A mí no me gusta la prostitución, pero de ese gusto no puedo inferir que sea inmoral o que haya que prohibirla. Tampoco me gustan las carreras de Fórmula 1, me resultan terriblemente aburridas y tediosas y repudiaría que alguien me obligara a verlas, pero no por eso voy a considerar que sean inmorales.


Los abolicionistas de la prostitución usan lemas impactantes como el de que la prostitución es «vender el cuerpo» cuando la prostitución no vende el cuerpo de nadie. En todos los trabajos se usa el cuerpo en alguna manera y el contacto físico es habitual en diversas profesiones, como la de masajista y la de fisioterapeuta. Pero nadie dice que masajistas y fisioterapeutas estén vendiendo su cuerpo.

No he visto ningún argumento que explique por qué se supone que la prostitución no puede ser como cualquier otro trabajo. Pensar que un trabajo no es aceptable sólo porque no coincida con el gusto personal de cada uno es una afirmación absurda. No conozco a casi nadie que disfrute limpiando, pero millones de personas trabajan en labores de limpieza, porque es necesario para la sociedad, porque necesitan hacerlo, o porque les conviene hacerlo para obtener un salario. Sin embargo, no veo ningún manifiesto contra el trabajo de limpieza, ni que alguien sostenga que trabajar de limpiador es cosificación porque limpiar no es una actividad que coincida con el deseo innato del individuo. Sólo por poner un ejemplo de entre otros muchos. Pensar que sólo es moralmente aceptable actuar de una forma que coincida con nuestro disfrute y gusto personal no es un pensamiento ético; es infantilismo.




Por tanto, si no se puede condenar moralmente la prostitución en sí misma entonces la prostitución voluntaria y consentida entre adultos debería ser legal y, al mismo tiempo, debería ser ilegal cualquier forma de coacción, extorsión o explotación para obligar a alguien a ejercer la prostitución. Si bien, esto no lo diferencia de cualquier otra actividad.

Además de todo esto, resulta que en el mundo real la prostitución no se ejerce sólo por mujeres para los varones, sino también de varones para otros varones y de varones para mujeres. Aparte de los casos en que hay personas sometidas o coaccionadas a ejercer la prostitución —lo cual no lo diferencia de otros trabajos en los que también abunda la explotación de seres humanos, como son la agricultura, la minería o la confección— hay quienes se dedican a la prostitución voluntariamente aun pudiendo elegir otros trabajos, porque les resulta más lucrativo o les permite una mayor autonomía en su vida. Los propios colectivos de trabajadores del sexo explican estos temas. Si adoptamos una postura fanática entonces ya no nos interesa razonar ni conocer la realidad sino sólo alimentar nuestro propio odio contra aquello que ya decidimos rechazar prejuiciosamente.

Sería de agradecer que quienes opinen sobre este tema escucharan a las propias profesionales del sexo. Me parece una falta de respeto por parte de los  autodenominados abolicionistas de la prostitución el hecho de no tener en cuenta al menos lo que ellas tienen que explicar al respecto, —digo ellas porque en su gran mayoría son mujeres. Ese desprecio, a mi modo de ver, indica una actitud de sexismo. Como si por el hecho de ser mujeres su opinión no valiera, o si por el mero hecho de ser prostitutas sus argumentos no fueran válidos.

Es cierto que la mayoría de profesionales de la prostitución son mujeres, pero también hay varones que se dedican a ella, y los argumentos morales expuestos respecto de esta cuestión sólo son válidos si no los excluyen a ellos en ningún aspecto. Lo contrario sería sexismo.

Me parece que la cruzada contra la prostitución no se sostiene en argumentos morales válidos y, además, podría estar de hecho provocando un aumento de la explotación sexual. Precisamente el hecho de normalizar, legalizar y educar sobre el trabajo sexual podría ser una medida que ayudara realmente a evitar los casos de abuso y explotación.

Insisto en aclarar que no está en mi propósito defender la prostitución ni condenarla. Sólo me interesa saber si es moralmente condenable o aceptable. Lo único que defiendo aquí es el racionalismo moral, esto es, que los juicios morales se fundamenten en la razón, y no en los prejuicios, los sentimientos o los gustos y ascos de cada uno.

2 comentarios:

  1. ¿El debate sobre el tipo de políticas públicas que se deben implementar en relación a la prostitución es algo meramente filosófico, que atañe a las convicciones ideológicas de la gente... o por el contrario, existen intereses materiales detrás del mismo?

    Pues de eso es de lo que deberías haber hablado. Los bolsillos no se convencen con lógica.

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    1. Me parece que te has equivocado de ámbito. Aquí no estamos hablando sobre política sino que tratamos sobre filosofía moral, es decir, sobre ética. Aquí se analiza la moralidad de la prostitución. Esto es, si la prostitución es moralmente legítima en alguna manera o si no lo es en absoluto. Cuando tengamos esto claro entonces hablaremos de lo demás. Sin tener esto claro no puede haber claridad en nada más.

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